Otoño de Terror

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Algún día los hombres mirarán atrás y dirán que conmigo nació el siglo XX


    El Monstruo de Londres. La Leyenda de Jack el Destripador - Capítulo III - Jack. El Asesino Homosexual

    ChEiL
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    Jack the Ripper


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    Fecha de inscripción : 11/07/2009

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    Mensaje por ChEiL Dom Oct 11, 2009 8:43 pm

    El curandero y seudo médico Francis Tumblety Turns conformó, en época contemporánea a los crímenes, el más serio sospechoso de haber sido el Destripador para las jerarquías de Scotland Yard. Por confusas razones, que no trascendieron entonces a la opinión pública, nada se supo sobre tales recelos oficiales sino mucho tiempo más tarde.

    El mérito de traer a la luz a este personaje se debió a Stewart Evans y Paul Gainey, especialistas que emprendieron una muy completa indagatoria al respecto. La fuente de la suspicacia provino del contenido de una carta que en el mes de febrero de 1993 el coautor Evans le compró a un anciano caballero coleccionista de antigüedades.

    En realidad adquirió cuatro cartas, las cuales habían estado en poder del renombrado periodista, dramaturgo y escritor de la época victoriana, George R. Sims. Si bien todas las misivas revestían interés, una de ellas se destacaba en particular por cuanto apuntaba a Francis Tumblety como culpable. La autenticidad de dicha letra fue establecida por numerosos análisis científicos e históricos, y no es puesta en duda por ningún investigador.

    Se trata de una epístola que le había dirigido a Sims –en repuesta a una carta de aquél- el Jefe de la Brigada Especial de Scotland Yard, Inspector John Littlechild, cuyo tenor informaba que ese sujeto –Tumblety- había constituido un firme sospechoso para las autoridades, y que en su opinión personal se trataba del más probable culpable. La persona en cuestión era designada con el mote de “Dr.T” en los registros de la Policía Metropolitana inglesa, y esta anotación, de acuerdo pretendía el detective, hacía referencia a un curandero norteamericano apellidado Tumblety.

    El policía retirado abundaba indicando que dicho sujeto fue un frecuente visitante de Londres y que en varias ocasiones tuvo altercados con la ley, al punto que en Scotland Yard constaba un frondoso prontuario reseñando sus andanzas. Señaló que aunque aquel hombre sufría de una psicopatía sexual no se lo consideraba un sádico, pero sus sentimientos hacia las mujeres eran en extremo “amargos” -con lo que quería significar que se trataba de un misógino-.

    También se le comunicaba a Sims que en fechas cercanas a los crímenes el individuo cometió ofensas vinculadas a actos antinaturales y lo habían arrestado in fragantti en la calle Marlborough. El reo logró quedar libre bajo fianza y violó las obligaciones de su régimen de libertad condicional. En vez de presentarse ante la corte cuando debía hacerlo se escapó rumbo a Boulogne y nunca se le pudo echar mano después. Se finalizaba expresando que las autoridades creían que el sujeto de referencia se suicidó, y a partir de entonces los asesinatos de Jack el Destripador llegaron a su fin.

    Especificando el alcance del giro “psicopatía sexual” que se emplea en la carta de John Littlechild, los comentaristas Evans y Gainey abundan:

    “La descripción que de Tumblety hace Littlechild al decir que era objeto de psicopatía sexual necesita alguna explicación. El trabajo pionero sobre la desviación sexual y la patología de Richard Von Krafft-Ebing se publicó en 1886, dos años antes de los asesinatos del Destripador. Allí se puso de manifiesto la extraordinaria magnitud que habían alcanzado las desviaciones sexuales en el continente europeo. Muchas de estas desviaciones eran variantes del sadismo y del masoquismo, pero la mayoría de ellas consistía en formas de fetichismo donde la excitación sexual se deriva de algún objeto relacionado con las mujeres -como los cabellos, zapatos o la ropa interior-. Estos accesorios femeninos habían llegado a ser tan prohibidos y deseables que se convirtieron en un potente catalizador de tales desviaciones. El libro de Kraff-Ebing se ha actualizado varias veces y ahora incluye una entrada refiriendo el caso de Jack el Destripador…” (x)


    (X) Evans, Stewart y Gainey, Paul, Jack the Ripper. First american serial killer, Editorial Kodansha International, Londres, Inglaterra, 1998, pag. 238.

    El segundo dato valioso relevado por los mencionados estudiosos procedía de un artículo editado el 31 de diciembre de 1888 en el periódico londinense Pall Mall Gazette.

    En esa nota se daba cuenta de que al Inspector Walter Andrews de Scotland Yard sus superiores le habían asignado la misión de capturar y traer a tierra inglesa al prófugo. Para cumplir con tal fin zarpó en barco rumbo a Nueva York y desde allí proseguiría su itinerario hacia la ciudad canadiense de Montreal donde se suponía estaba oculto tránsfuga. Conforme se decía, la búsqueda guardaba relación con los crímenes perpetrados en Whitechapel. El jerarca policial iba asistido por dos detectives, y en América del Norte los aguardaba un comisionado de la policía norteamericana que proporcionaría la logística a fin de localizar y aprehender al taimado delincuente.

    ¿Tanto revuelo tan sólo por un tipo que había violado su palabra no compareciendo a enfrentar la tan imputación de ofensa a la moral pública?

    Parecía impensable que Scotland Yard se tomase tamaña molestia nada más que para poner en vereda a un degenerado de pacotilla. Algo más grave debía haber.

    Lamentablemente desconocemos la calidad de la información que disponía la policía inglesa acerca de las actividades de Francis Tumblety. No se tiene idea sobre cuales eran los datos insertos en el dossier mencionado por el Inspector John Littlechild en su remito tardíamente sacado a luz.

    Un aspecto sumamente raro del asunto estriba en que la prensa de Estados Unidos parecía saber más que sus colegas británicos respecto de ese sujeto. Por ejemplo, cuando fue detenido en Londres los periódicos norteamericanos- en especial los de Nueva York- anunciaron que su enjuiciamiento respondía a la acusación de haber cometido los homicidios del Destripador. Nada se decía de sus ataques contra el decoro, que constituyó el motivo alegado oficialmente. Salieron publicados allí decenas de extensos artículos describiendo su arresto a cargo de la policía inglesa y su ulterior escape tras vulnerar los términos de su fianza –por ejemplo, en el rotativo The Rochester Democrat and Republican-.

    Todo ese alboroto contrastó con el silencio guardado en cambio por los diarios ingleses. Como explicación del curioso hermetismo exhibido por las autoridades británicas se sugirió que tal vez deseaban mantener en secreto las verdaderas acusaciones contra Francis Tumblety para evitar la vergüenza de haber perdido a su principal sospechoso. Sin embargo, resulta inverosímil que si creían que éste podía ser el desalmado asesino de Whitechapel le hayan permitido quedar libre arriesgándose a que se fugara -como terminó haciendo- con tan sólo pagar una fianza.


    Las iniciales referencias a una persona con las características de Tumblety que podría estar conectada con los homicidios de Whitechapel vienen de alusiones del escritor Donald McCormick. (x)

    (x) McCormick, Donald, The identity of Jack the Ripper, Editorial Jarrolds, Londres, Inglaterra, 1959.


    Dicho autor sostiene que no había una adecuada supervisión de los doctores extranjeros que emigraron a Londres en el tiempo de los crímenes canónicos del Ripper.

    Destacó que los delincuentes extranjeros radicados en Inglaterra solían alquilar dormitorios en los suburbios de Londres, y era posible que este hombre hubiese rentado uno de aquellos en varias ocasiones alegando ser un médico extranjero. El ingreso no se registraba y esa omisión explica que en los reportes policiales no quedasen señas de la presencia de este curandero y seudo doctor en Londres durante las fechas de los homicidios facturados por Jack.

    Aunque McCormick no dio su nombre, trazó una semblanza de un sospechoso que coincide con Francis Tumblety representándolo como un médico que mataba empleando pócimas compuestas por hierbas indias. Igualmente destacaba que ese sujeto estaba muy familiarizado con el sector Este de Londres por haberse alojado en hoteles semiclandestinos emplazados en la calle Baty, cercana a la zona de los asesinatos, en donde –como quedó dicho- no se guardaban registro de sus huéspedes, lo cual explica la ausencia de datos sobre las previas visitas que habría hecho el falso doctor a la capital británica.

    En opinión de este ensayista el seudo médico asesino siempre actuó en forma clandestina y no quedó en Londres ninguna constancia documental de su presencia.


    En cuanto a lo que realmente se sabe sobre las actividades de Tumblety en Gran Bretaña está registrado que arribó a la pujante ciudad de Liverpool en junio del año 1888 a bordo de un barco que había efectuado una ruta trasatlántica regular. Su aspecto físico era como el de cualquier otro viajero común y no se diferenciaba a los miles de habitantes de clase media que poblaban la capital británica a finales de la década de mil ochocientos ochenta. En aquel tiempo no vestía de manera excéntrica como acostumbraba hacerlo en otras ocasiones cuando, para impresionar a sus clientes, se presentaba como un místico curandero experto en sanar a través de infusiones de hierbas indias.

    Estaba envuelto en actividades sexuales inusuales. Sus movimientos eran irregulares y aparecía y desaparecía por inexplicables razones. Aparte de que era oriundo de Cincinnati no se sabe demasiado sobre su origen. Algunos autores especularon que era de ascendencia judía, pero este punto no fue comprobado porque sólo se funda en las propias manifestaciones del individuo quien afirmaba sentir una genuina simpatía por los judíos.

    En un periódico norteamericano de 1888 se formula una referencia atinente a su persona señalando que se trataba de judío americano, y se lo catalogaba como un judío patriota.

    Pero los autores Stewart Evans y Paul Gayner creen que aunque Tumblety hizo ingresos clandestinos en Londres antes de 1888, luego de viajar desde Liverpool a Londres en julio 1888 el sedicente Francis cambió su estilo de vida. Ya no tenía motivos para estar en forma clandestina y no le importó que su estadía quedase registrada cuando se alojó en el número 22 de la calle Baty.

    Eso no significó que dejase de meterse en problemas con la ley. Entre el 27 de julio y el 2 de noviembre de ese año enfrentó varias denuncias por indecencia y actos obscenos, en algunos casos en concurrencia con otros cuatro individuos, y en la vía pública. En total pesaron en su contra ocho cargos de ese género, los cuales eran eufemismos para aludir a la práctica de actividades homosexuales.

    Su arresto efectivo se verificó el 7 de noviembre de 1888, es decir, dos días antes del homicidio de Mary Jane Kelly. Como se lo dejó de inmediato en libertad bajo palabra deviene temporalmente posible que cometiera ese crimen en concreto.

    El 16 de noviembre se le planteó la acusación formal y debió comparecer ante la corte. Cuatro días después se celebró una audiencia, quedando el proceso de fondo pospuesto hasta el 10 de diciembre. En ese ínterin el encausado aprovechó la libertad condicional otorgada por su fianza y huyó a Francia bajo el alias de Frank Townsend el 24 de noviembre. Desde tierras galas puso rumbo hacia Estados Unidos, Nueva York, a bordo del vapor La Bretagne.

    Estos comentaristas sostienen que si se observan los lugares de los cuatro primeros asesinatos del Destripador queda claro que un alojamiento in sito en la calle Batty constituía un refugio ideal para aquél que hubiera cometido estos crímenes premeditados, y que el responsable en tal caso bien pudiera haber sido Tumblety. Instalado en pensiones próximas habría podido disponer de fácil acceso a todos los sitios donde se perpetraron los homicidios y merodear durante las noches cronometrando las rondas de la policía sin ser reconocido.

    Insisten en que resulta plausible que el sospechoso haya contado con varios escondrijos durante su estancia en Londres. Enfatizan que hoy en día se sabe que los matadores seriales llegan a los más insospechados extremos con tal de cristalizar en realidad sus sanguinarias fantasías. Cada homicida posee su peculiar modo de operar, y en el caso de Francis Tumblety se poseen sólidas evidencias de que planificaba con minucioso esmero sus acciones.

    Postulan que después del asesinato de Mary Ann Nichols, el 31 de agosto de 1888, el sujeto no volvió a matar inmediatamente sino que planeó con sigilo su próximo ataque visitando los barrios pobres del East End londinense donde estaban radicados muchos pubs y casas de huéspedes improvisadas en la época victoriana.

    Este posible responsable de las masacres frecuentó aquellos lugares, y durante esos días habría ido perfeccionándose en su mente un plan criminal –que ahora incluiría mutilaciones que no había inferido sobre Nichols- el cual concretó en la mañana del 8 de setiembre cuando asesinó a Annie Chapman, y mejoró más aún en la madrugada del 30 de setiembre al ultimar a Catherine Eddowes en la plaza Mitre.

    Luego de segar en forma terrible la vida de Kate Eddowes, para salir de su comprometida situación evitando la captura, el hombre habría hecho un rodeo en su camino de regreso hacia su alojamiento en la calle Baty encontrando así su refugio dentro de la misma área del crimen. A su vez, el asesinato de Liz Stride, que fue el más temprano en la noche del doble homicidio, habría sido concretado muy cerca de la casa donde estaba entonces residiendo Francis Tumblety.

    Que el sujeto estaba en la mira surge de un contacto habido en octubre de 1888 entre la policía de Londres y la de San Francisco. Mientras debía comparecer ante los estrados británicos Scotland Yard requirió a la policía de Estados Unidos una copia de un manuscrito que Tumblety había publicado años atrás como descargo tras su detención acusado por participar en la conjura que terminó con la vida del Presidente Abraham Lincoln. Aunque no hay constancia de que estas muestras gráficas hayan efectivamente llegado a poder de las autoridades inglesas, de todos modos el pedido de las mismas indica que se guardaban significativos recelos contra este hombre.

    El diario New York Times en su edición del día 19 de noviembre de 1888 dio cuenta del arresto sufrido por Tumblety en la ciudad de Londres acusado de ser el responsable de las mortales fechorías ocurridas en Whitechapel. Este artículo de prensa analiza las razones por las cuales se lo estimaba plausible culpable.

    Pero en el reporte igualmente se deja constancia de la respuesta que el sindicado aportó a los periodistas reprochándoles que “cuando pruebe mi inocencia respecto de los cargos por los que se me juzgan, esto será para Uds un escándalo, y entonces Uds verán que yo soy inocente de estos falsos cargos”. En este artículo se da a entender que los detectives de Londres no disponían entonces de evidencia firme para acusar a Francis Tumblety de ser el autor de las matanzas.


    Dentro de los muchos problemas que este excéntrico mantuvo con la ley se cuentan arrestos breves a los cuales fue sometido por portar vestimenta militar ostentosamente cargada con medallas y condecoraciones, indumentaria a cuyo uso, por supuesto, no tenía ningún derecho.


    Durante mucho tiempo la imagen conocida de este sospechoso la constituyó un dibujo a lápiz donde se destacan sus luengos mostachos.

    En junio de 2008 en la revista Ripperologist (excelente publicación sobre Jack el Destripador y la era victoriana) salió editado un artículo del investigador Timothy Riordan donde se reproduce la primera y única fotografía de Francis Tumblety que se conoce (x). En ella podemos apreciar, además de sus peculiares bigotes, el aparatoso uniforme militar cubierto de galones y medallas con que está vestido, y que tal vez fuera motivo de alguna de sus detenciones.


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    (x) Riordan, Timothy, The nine lives of Dr Tumblety, en Revista Ripperologist No. 92 junio 2008.


    También desde el mundo de la ficción meritorias obras literarias han propuesto la nominación de Francis Tumblety para representar el rol de Jack el Destripador.

    El periodista y escritor nicaragüense Arquímedes González Torres en el entramado de su novela “La muerte de acuario” (x) sindica a este excéntrico curandero como el causante de los antiguos crímenes.

    (x) González, Arquímedes, La muerte de acuario, Editorial Distribuidora Cultural, Managua, Nicaragua, 2002

    De acuerdo a la fabulación relatada por González, el 6 de enero de 1889 el prófugo sospechoso de haber sido el Destripador arribó a Managua, capital de Nicaragua, en el mismo día cuando estallaba una guerra civil en la nación centroamericana.

    Los periódicos locales registraron una sucesión de horribles muertes de mujeres durante el transcurso del año 1889. No obstante, un terremoto que en 1931 asoló a ese país centroamericano destruyó la mayor cantidad de los archivos públicos y, debido a tal desastre, al reportero únicamente le fue factible localizar el rotativo que dejaba constancia de la existencia de uno sólo de aquellos óbitos.

    El animoso novelista reconoció que se vio obligado a inventar los pormenores de los otros cinco fenecimientos. En la novela igualmente se menciona que el esquivo curandero terminó sus días morando en una hacienda bautizada “Las nubes” emplazada en la localidad de Matagalpa, y que falleció como consecuencia de una infección de sífilis.

    De conformidad se postula en esta formulación, Scotland Yard habría enviado al Inspector Mayor John Littlechild y a otros agentes (no al Inspector Walter Andrew) con el encargo de apresar al escurridizo individuo, quien por entonces se había fugado desde Inglaterra hacia Nueva York, Estados Unidos. Cuando los detectives pisaron tierra norteamericana en su búsqueda el tránsfuga se les había esfumado.

    En realidad, ya se encontraba residiendo en la ciudad de Manhattan donde valiéndose del falso nombre de Michael Mc Namara arrendaba una modesta habitación, pero su rastro pronto fue detectado por sus perseguidores gracias a un soplo suministrado por informantes locales.

    No obstante, cuando los oficiales de Scotland Yard y de Estados Unidos irrumpieron con el propósito de requisar esa vivienda el prófugo ya no estaba ubicable en su interior, y sólo encontraron una valija a medio hacer preparada sobre una silla y a su costado un par de elegantes botas de caballería.

    En el quinto capítulo de la obra leemos como Scotland Yard, abrumada por el fracaso en someter ante la justicia al vesánico asesino londinense, pide ayuda al infalible –y ficticio- detective privado Sherlock Holmes.

    Francis Tumblety había escapado de Gran Bretaña a bordo de un barco que zarpó del puerto de Liverpool con destino a Nueva York y de allí se trasladó a la ciudad de Río de San Juan en Nicaragua. Una vez instalado en tierra centroamericana el psicópata residiría durante un breve y turbulento período en la capital Managua durante el año de 1889 donde volvería a emprender una cadena de crímenes con mutilación en perjuicio de mujeres locales.

    El elusivo itinerante, presintiendo que la policía le pisaba los talones, pone rumbo en su fuga hacia las localidades de Granada, León y Matagalpa sucesivamente.

    Sherlock Holmes y su amigo y ayudante Watson, luego de seguir varias pistas fallidas, lo localizan en Matagalpa, pero sólo para comprobar que el criminal, ya a punto de expirar, se encuentra internado en un hospital enfermo de sífilis en su estadio terminal. El cadáver del elusivo homicida en serie finalmente sería enterrado en dicha ciudad en el Cementerio de los Extranjeros.

    Tres décadas antes de cobrar estado público la nominación de Francis Tumblety al rol de Jack el Destripador otro presunto homosexual fue propuesto como el más probable responsable de haber ocasionado aquella irresuelta matanza.


    De Dr. Gabriel Pombo. El Monstruo de Londres. La Leyenda de Jack el Destripador.

      Fecha y hora actual: Vie Nov 22, 2024 3:07 am